dimecres, 16 de març del 2011

método Tomatis


El doctor Tomatis (1920-2001) era físico y otorrinolaringólogo, nacido en París de madre cantante de ópera y padre intérprete de bajo.

¿Qué descubrió?
Que las vibraciones percibidas por el embrión en el útero materno... lo codifican.

¿Con qué consecuencias?
A la tercera semana de gestación aparece en el embrión un preoído que irá madurando con el sistema nervioso: el embrión escucha, y reacciona a esa escucha.

¿Qué aconsejaría a la mujer gestante?
Uno: que procure sentirse bien emocionalmente. Dos: que cante (aunque desafine). Su voz –vía columna vertebral y filtrada por el líquido amniótico– llega al embrión. Eso activa su escucha: le será muy útil afuera...

¿Qué más descubrió Tomatis?
Lo que formuló en la ley Tomatis: “La voz sólo contiene las frecuencias que el oído es capaz de analizar”.

¿Qué entiende por analizar?
Equivale al concepto de escucha, más allá del de audición: por razones diversas podemos dejar de atender, de escuchar una frecuencia sonora determinada.

¿Cómo llegó a esa conclusión?
Su madre le enviaba cantantes de ópera que habían comenzado a desafinar: Tomatis detectó que cada disfunción afectaba a un registro tonal determinado. Y, mediante tests auditivos, descubrió algo inesperado.

¿El qué?
Que la audición de esa persona tenía desactivada la escucha justamente en ese registro.

¿El oído puede hacer eso?
El cerebro lo hace: la escucha es voluntaria, selectiva y de base neurofisiológica. Y ciertos detonantes pueden inhibir la escucha... en una determinada frecuencia sónica.

¿Qué detonantes son esos?
Si está usted encerrado en un cuarto con alguien que empieza a insultarle gravemente, usted bloqueará su escucha. Otro ejemplo: si una madre chilla mucho a su niño, la escucha de ese niño bloqueará ¡por autodefensa, por autoprotección, por reflejo de supervivencia! la escucha de la frecuencia más agresiva e hiriente para él, ese registro sonoro.

¿Y eso es grave?
¡Ese niño tendrá problemas de aprendizaje en la escuela! Su escucha falla en algún punto... y no comprende bien a la profesora.

¿Y curó Alfred Tomatis a sus pacientes cantantes de ópera?
Sí. Ideó una terapia: un oído electrónico. Este aparato amplifica una grabación de voz o de música justo en esa frecuencia en que al paciente le falla la escucha. Y mediante unos auriculares se le hace escuchar esa  rabación durante varias sesiones...

¿Y luego qué?
¡Eso activa la base neurofisiológica de la escucha! Al cabo de esas sesiones, la escucha queda restaurada: el cerebro recupera capacidad para analizar esa frecuencia, tenerla en cuenta, ¡escucharla! Y, entonces, esos pacientes volvían a cantar bien.

¿Así de fácil?
¡Sí! Y entonces el doctor Tomatis se dio cuenta de algo extraordinario...

¿De qué?
Esos cantantes, tras las sesiones de restauración de la escucha, ¡mejoraban también psicológicamente, recuperaban su armonía anímica! Así creó la audiopsicofonología.

¿Oído y psique están vinculados, pues?
Tomatis comprendió algo que hoy la neurociencia constata: la inhibición de la escucha en una frecuencia concreta expresa un trauma psicológico, un conflicto anímico.

¿Qué tipo de conflictos?
La ansiedad sobre todo: ¡el método Tomatis es un potentísimo ansiolítico! Y disfunciones conductuales, tics, miedo a hablar en público, algunas depresiones y psicosis... El método Tomatis los sana mediante la reparación de las disfunciones de escucha.

¿Cómo funciona este método?
Una vez localizado –mediante ciertos tests diseñados al afecto– el registro que el paciente no escucha, se le somete a sesiones de escucha de una música o voz amplificada en ese registro. Y así se activan los enlaces neuronales inhibidos... y entonces vuelve a escuchar bien el mundo, a armonizarse, a tomar plena conciencia de sí mismo.

¿En qué casos es especialmente recomendable el método Tomatis?
Si se aplicase sistemáticamente en nuestros colegios..., el actual 30% de fracaso escolar español ¡descendería a la mitad!

¡La mitad! Eso es muchísimo...
¡Por eso es escandaloso que no lo apliquemos! En Polonia se aplica en 200 escuelas, con grandes resultados y a un coste bajísimo. Tras varias sesiones de escucha, el niño con dificultades se centra, mejora su comprensión oral y lectora..., ¡solventa sus dificultades de aprendizaje!

¿Qué se le hace escuchar?
Música de Mozart o la voz de la madre, filtrándolo todo en las frecuencias convenientes en cada caso.

¿Por qué Mozart?
Los compases de su música coinciden con el ritmo neurológico humano. También es útil el gregoriano, que nos acompasa con el correcto tempo fisiológico respiratorio.

Si este método es tan útil, ¿por qué no está más extendido?
Por resistencias por parte de psicólogos convencionales. ¡No puedo entenderlo! Me indigna, porque esas reticencias están frenando unas mejoras colosales.

dijous, 10 de març del 2011

"Coleccionamos excusas para sentirnos infelices"


La felicidad como objetivo funciona mal. Toda vida tiene una dosis de sufrimiento ineludible como la frustración, la enfermedad y la muerte. Decirle a un niño que tiene como objetivo ser feliz es estafarle.

¿Entonces, qué hay que decirle?
Que la felicidad sucederá, pero que no es la norma. Lo cabal es saber y aceptar el sufrimiento inevitable (porque mucho sufrimiento procede de no aceptarlo), y evitar al máximo el innecesario. Estamos siempre coleccionando excusas para ser infelices.

Sí, qué estupidez.
Todo el sufrimiento inútil que padece el género humano, y que es mucho, procede de la estupidez emocional: falta de empatía, intolerancia a la frustración, crítica gratuita indiscriminada, victimismo, autodesprecio, envidia, compulsión, obstinación, agresividad, adicción a la infelicidad...

¿La estupidez engendra todas esas cosas y se alimenta de ellas?
Sí, pero una vez la detectas y reconoces, puedes prevenirla. Lo primero que hay que saber es que nadie está exento de ella, todos cometemos estupideces alguna vez.

Bien, mensaje recibido.
La estupidez es muy común. Como sociedad la vemos en las guerras o en la destrucción del planeta; en la familia, cuando nos atacamos psicológicamente o somos poco empáticos, y eso lo veo mucho en terapia de pareja: uno se queja del otro, cuando con pensar en el otro todo se solucionaría.

¿El estúpido se sabe estúpido?
Por naturaleza la estupidez se blinda, el estúpido emocional se especializa en criticar, ve la estupidez ajena y se concentra en ella: es más cómodo. Son personas rígidas en su pensamiento que se mueven en dicotomías del tipo bueno-malo, y muy susceptibles.

¿La estupidez aumenta con la práctica?
Sí. Para justificar una estupidez se suele incurrir en otra, y es muy contagiosa.

¿?
Si respondo a un bocinazo (una estupidez, porque está generando un sentimiento negativo), me estoy contagiando de su estupidez.

Entiendo.
La única manera de no contagiarse es reconociéndola. Debería existir la asignatura de estupidología, porque dedicamos muy poca energía a un fenómeno que condiciona nuestras vidas y sociedades.

No me parece una idea descabellada.
La estupidez es irracional como la crítica gratuita. Yo diría que tanto critica una persona a los ausentes, tanto está instaurada en la estupidez. Y hay grandes mentes muy estúpidas que siembran a su alrededor sentimientos negativos innecesarios.

¿Cómo detectarla?
Cuando causamos o padecemos un sufrimiento inútil. Por ejemplo, el hombre o la mujer que ante una separación utiliza a sus hijos en contra del otro haciendo sufrir a todo el mundo. Semejante estupidez hay que reconocerla y evitar entrar en una escala de estupideces.

Deme claves.
La conciencia de los propios sentimientos, darse un espacio para observar los pensamientos, porque si soy consciente de cómo me siento puedo controlar.

El autocontrol es difícil.
Una gran herramienta es compartir, poder poner en común temas personales con otros. Es impactante ver como terceros pueden intuirte y darte buenos consejos. Somos mucho más transparentes de lo que creemos, lo que pasa es que nos han enseñado a desoír esa inteligencia intuitiva, lástima, porque todo eso que no se dice es más importante que lo que se dice.

¿El autoengaño es la mayor estupidez?
Sí, y contra eso sólo podemos autoeducarnos día tras día. Albert Ellis, creador de la terapia racional emotiva, decía que todo el sufrimiento humano procedía de las ideas irracionales que no son más que exigencias: “Los demás tienen que comprenderme...”.

Pero la cosa funciona al revés...
Exacto, para los demás nuestros problemas son de una levedad inconmensurable. Hasta que aceptamos esto, nos vamos neurotizando cada vez más.

Solemos ser víctimas de nuestra propia manera de pensar.
Sí, nos tomamos muy en serio. Además, nuestra colección de excusas para sufrir se retroalimentan. La verdadera causa de la perpetuación de cada discurso es que se obtiene algo de él aunque sea insatisfactorio, por ejemplo: que las cosas me vayan mal me permite seguir quejándome.

Hablemos de la paradoja: si persigues el sombrero, él insiste en irse volando.
Así son las relaciones humanas: es nuestra pretensión la que genera el problema. Nuestra propia insistencia genera la reacción contraria. Pero la paradoja es la base del humor, y la estrategia más inteligente y airosa de superar una forma de relacionarse estúpida es el sentido del humor.

¿Se le ocurre cómo cultivarlo?
Estando con personas que lo tienen, porque el sentido del humor es un deporte de dos.

Hay quien teme pasar por estúpido.
Tolerar algo no significa que nos parezca bien, sino sencillamente que sabemos que sucede y mientras sucede no lo negamos.

¿Qué pregunta debo hacerme a diario?
Cuánto hay en mi vida que estorba o enmaraña: pensamientos, costumbres, ruido. Alexander Lowen decía que la felicidad es la conciencia de la propia mejora.